miércoles, 11 de junio de 2014

Las primeras primatólogas II: Dian Fossey, apasionada defensora de los gorilas de montaña en Ruanda

Los gorilas de montaña fueron calificados de ariscos habitantes de la selva africana porque hasta bien avanzado el siglo XIX eran casi completamente desconocidos por los occidentales. Dado lo espectacular de su aspecto (recordemos que un macho adulto puede pesar hasta 180 kg), inspiraron a los primeros que tuvieron la oportunidad de contemplarlos un profundo asombro, al tiempo que gran temor. Para los exploradores decimonónicos estos singulares animales eran seres feroces a los que «nadie en su sano juicio intentaría aproximarse sin la intención de abatirlo inmediatamente de un disparo». En este contexto, a partir de las primeras décadas del siglo XX, los gorilas empezaron a ser cazados sin piedad, tanto por los europeos como por los africanos. Sólo escasas voces se alzaban solitarias e insistentes en demanda de conservar estos simios como un tesoro mundial.
Una investigadora con coraje

Dian Fossey era una amante de los animales que en 1963 decidió hacer realidad un sueño largamente acariciado, reunió todos sus ahorros y se los gastó en un viaje de vacaciones a África. Una vez allí, determinada a ver al antropólogo más afamado del momento, Louis Leakey, se desplazó hasta la Garganta de Olduvai, en Tanzania, donde se encontraba el famoso yacimiento de fósiles en el que el científico trabajaba junto a su mujer.

Dian Fossey (sobre quién se hizo la película Gorilas en la niebla)


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